Eternidad

By Ofelia Le Fay - 12:56 a.m.

Esto fue escrito como parte de un trabajo práctico final para Literatura dramática hace ya tres años atrás. Se trata de un escrito de mi autoría inspirado en el mito de Narciso y la Ninfa Eco de la mitología griega. Está narrado desde la perspectiva de Eco, y ya que se nos permitió hacer cambios en el mito original, me tomé la libertad de hacer algunos. Espero sea de su agrado.


¿Alguna vez soñaste con alcanzar el sol? ¿Nunca intentaste imaginar como sería estar junto a la estrella mas cálida y gentil de este mundo? ¿No pensaste que la bella luna no brillaría y la vida en la tierra no existiría sin el hermoso Sol?... Los mortales no suelen pensar en este tipo de cosas, están tan ocupados en sus guerras y desgracias que no pueden apreciar el regalo de los Dioses.
Desde hacia mucho tiempo, mi obligación como ninfa era cuidar de toda la vida existente en el monte Helicón, casi nunca hubo grandes problemas porque los cazadores no venían  seguido y preferían el bosque que está al pie de la montaña. A veces bajaba para ayudar a la ninfa Cirene, quien cuidaba del bosque y nos hacíamos compañía, pues solo una vez al año los mortales nos adoraban y entregaban sacrificios.
Jamás había sido consiente del paso del tiempo, todos los días eran iguales y mi cuerpo jamás envejecía, no sé si era feliz, pero me divertía mucho cuando me invitaban junto con mis hermanas a las reuniones secretas de los Dioses supremos. Jamás faltaba la música, la bebida, la comida y por supuesto, la buena compañía. Solían halagar mi habilidad con las palabras y comparaban mi voz con la de las peligrosas sirenas. Un día, la Diosa Hera irrumpió en medio de una reunión, su rostro perfecto parecía desfigurado por la expresión de indignación que le produjo aquella situación, al parecer los rumores sobre sus celos enfermizos eran ciertos. Rápidamente ideamos un plan para escapar de allí sin tener que ser victimas de su furia. Como era de esperarse, me eligieron para entretenerla mientras escapaban. Comencé a halagarla sin parar intentando parecer simpática, todo iba bien, hasta que  sonrió con algo de malicia y clavó sus penetrantes ojos oscuros en los míos, me quedé helada sin saber que hacer.
-Tus palabras son como la miel -empezó a decir -da gusto escucharlas y se pegan en el corazón con facilidad, se deslizan ligeras como el canto de las sirenas en el viento y aunque sabes que te traen desgracias solo deseas escuchar un poco más...pero tus palabras son tan dulces que empalagan. A partir de hoy, Eco, en castigo al atrevimiento de tus hermanas y a tu engaño, solo podrás repetir la última palabra de quien te hable y no podrás volver a mantener una conversación. -fue lo que Hera dijo. Después de aquello no volví a tener contacto con nadie y me aislé.

Un día bajé al bosque, estaba recogiendo hierbas medicinales para curar a algunos animales de la montaña, cuando de pronto las voces de varias personas acercándose me pusieron en alerta y me escondí detrás de unos arbustos. Se trataba de un grupo de cuatro personas, cazadores. Habían parado a descansar, tres de ellos se habían sentado en el suelo mientras que el otro se quedó parado, y apoyado en el tronco de un árbol, comenzó a limar la punta de sus flechas. Tenia algo que lo hacia diferente al resto de los mortales, no podía dejar de contemplarlo con la mirada. Era alto y de contextura mediana, su cabello era castaño y rizado, sus ojos tenían una tonalidad ocre, casi verdosa rodeando sus pupilas y parecían resaltar mas por lo blanca y delicada de su piel. Sus labios eran finos pero tenia una sonrisa muy linda que dejaba al descubierto sus dientes perfectos. En su túnica llevaba un prendedor de oro con la forma de una hoja...parecía un Dios, y a partir de ese día comencé a adorarlo.
Cada vez que iba al bosque lo espiaba, y aunque no sabia cual era la razón de mi interés por él, no podía evitar querer estar cerca suyo. Y de a poco, fui descubriendo quien era realmente aquel muchacho.
Su nombre era “Narciso”, hijo de Liríope de Tespia, se dedicaba a la caza y aunque siempre lo seguía hasta el bosque alguna doncella para confesarle su amor, las rechazaba por más lindas que fueran. Me preguntaba si aquello se debía a su soberbia o había alguna razón oculta, a lo mejor una flecha de Eros ya se había incrustado en su corazón y por eso no podía ver a nadie más. Pensar aquello me desanimó, pero tenia que descubrir el misterio detrás de aquel hombre.
Varias veces lo vi andar solo por el bosque y sentarse junto a la “laguna escondida”. A veces con un libro, a veces solo con sus herramientas de caza. Luego de estar un rato con la mirada perdida en el agua se sentaba abrazando sus piernas y apoyaba su cabeza sobre sus rodillas. Pensaba que tal vez lloraba en secreto, pero jamás le vi una sola lagrima. No era necesario, el dolor que sentía se reflejaba en la expresión de su rostro perfecto.
Sentí el impulso de correr a abrazarlo, pero lo mas probable era que terminase espantándolo.
Los meses pasaron y estaba cada día más y más enamorada de él, quería confesarle mis sentimientos, pero no sabia de que forma hacerlo, no podía hablar.
Con observarlo de lejos había llegado a conocerlo quizás más que cualquiera que estuviera cerca de él. Narciso, el hábil, el ingenioso, el mas bello...no era mas que un muchacho solitario que cargaba con alguna pena oculta. Descubrí que la sonrisa que mostraba frente a los demás era una farsa y que le desagradaba estar con otras personas.
 Con el tiempo me fui dando cuenta de que lo que le molestaba era que se interesaran en él por su belleza y eso no le permitía confiar en nadie.
“La belleza se marchita, igual que el alma humana, la diferencia es que eso no se ve. Si solo te admiran por el aspecto entonces con el paso de los años terminarás por quedarte solo” le escuché susurrar. Mi rostro comenzó a arder y mi corazón se aceleró, ojala hubiera podido decirle que yo lo entendía y lo amaba, no por su belleza física, si no por la de su alma.
Me distraje y sin querer pisé una pequeña rama que se quebró haciendo un ruido seco, Narciso no pareció preocuparse, una sonrisa se dibujo en sus labios -Sé que estas ahí ninfa del bosque ¿Por qué siempre me sigues? -preguntó muy seguro de mi presencia. Yo quería  acercarme, pero no podía hablar. -¿No me digas que también te gusto? Incluso los inmortales se dejan cegar por lo que creen atractivo...pero ya hay alguien a quien quiero, no te molestes en volver a aparecer cerca de mi otra vez -terminó de decir y se levantó tomando sus herramientas de cacería para irse.
Jamás había experimentado una tristeza como esa, era como esos días de invierno donde el cielo se pone gris y en lugar de llover cae una suave llovizna que parece quemarte el cuerpo de lo helada que está. Como si el cielo se estuviera conteniendo para no lanzar una tormenta a pesar de su dolor. Podía sentir en mi pecho ese frío que llega cuando el sol se esconde.
Pasaron varios días hasta que volví a bajar al bosque, intentaba no pasar mucho tiempo allí para no verlo,  pero era inevitable, no podía conmigo misma, necesitaba saber de él aunque no le hablara y aunque mi presencia le resultara molesta.
Cuando llegué a la laguna escondida lo encontré allí hablando con una joven, era preciosa, no tenía nada que envidiarle a Helena de Troya. Al parecer se le había declarado y estaba esperando una respuesta de Narciso. Él tomó su rostro con una de sus manos y puso sus labios contra los suyos....Quería irme, no podía seguir viendo aquello, pero mis pies no reaccionaban.
-No vuelvas -le pidió con frialdad, la joven ruborizada lo miró sin entender -No estoy interesado, es mejor que te vayas -dijo con calma y se sentó en su lugar de siempre.
-¿Piensas que no soy lo suficientemente bonita? No me rechaces, puedo ser una buena esposa- respondió angustiada la joven.
-No quiero esposa. Gracias por la oferta, pero no me interesa- decía Narciso sin mirarla a la cara. Ella comenzó a llorar. -Quiero estar solo, no me sigas molestando- terminó de decirle y la joven se marchó.
Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro ¿Sería a causa de su amor que rechazaba a todas? Tal vez no era correspondido y por eso parecía triste.
 -Pensé que con lo que dije la última vez no ibas a volver. Mi madre también es una ninfa, así que puedo sentir la presencia de los espíritus del bosque ¿por qué no te muestras y me dices lo que quieres?- dijo Narciso, un poco molesto mientras tiraba piedras al agua.
Sentí miedo de lo que pudiera pensar si no le respondía cuando me hablara, pero había esperado mucho tiempo por esa oportunidad, necesitaba alcanzarlo, necesitaba sentir su calidez, pues para mi él era el sol que daba vida a mi mundo.
Muy despacio me fui acercando hacia él, se puso de pié cuando me vio aparecer y me observó con detenimiento.
-Hola, hace mucho que me observas y nunca te acercas- me dijo con toda confianza.
-Acercas -repetí de forma involuntaria
-Soy Narciso, hijo de Liríope.
-Liríope.
-¿No vas a decirme tu nombre?
-Nombre.
-Deja las bromas y dime cual es tu nombre.
-Nombre.
-Si no tomas en serio nuestra charla no hay posibilidad de que tengas mi amor.
-Amor- repetí casi con desesperación y me acerqué a él con los brazos extendidos.
Él dio dos pasos hacia atrás –Ya veo...eres Eco-
-Eco- asentí.
Narciso sonrió con desdén -¿Qué te hace pensar que podría aceptar el amor de una abominación como tú?-
-Tú- repetí intentando no llorar.
-Desaparece de una vez, me molesta que repitas todo- terminó de decir y me dio la espalda. Me quedé inmóvil, no sabia que hacer, que decir, todo lo que sabia era que si me alejaba de él mi existencia sería inútil y sin sentido.
Tomó sus cosas y se marchó sin mirarme...fue tan doloroso verlo alejarse. En solo segundos se me vinieron a la cabeza las imágenes de todo lo que me hubiera gustado vivir a su lado y ahora sabia que jamás pasaría.
Permanecí oculta en una cueva en lo mas alto de la montaña, no salía, no comía, no deseaba ver nada, sus palabras resonaban en mi cabeza y solo podía odiarme a mi misma por no ser lo suficientemente buena para él. Me sentí como la inocente Medusa, convertida en una “abominación”.
No se cuanto tiempo pasó, pero hubo un día en que el mundo pareció perder su brillo, fuera de la cueva se distinguía la luz del día, pero era como si el sol no irradiara su calidez. Mi corazón latió con desesperación, percibí la presencia de un Dios en el bosque y de inmediato corrí hacia la laguna escondida en busca de Narciso ¿Por qué parecía como si una estrella su hubiera apagado?
Mi cuerpo estaba debilitado y me costó llegar hasta la laguna. Cuando me acerqué lo primero que vi fue perderse entre los árboles la capa bordó de la Diosa Némesis, y tirado junto a la laguna yacía el cuerpo sin vida de Narciso. Estaba demacrado y tan delgado que sus costillas se marcaban con exageración.
El bosque me contó que una joven que fue rechazada por él había implorado a Némesis que castigara la soberbia de Narciso, y ella escuchando sus suplicas lo había castigado haciendo que se enamorase de su propio reflejo en el agua de la laguna, y allí había permanecido varios días sin beber agua ni alimentarse hasta morir.
Si hubiese llegado antes...si hubiera ignorado sus palabras y me hubiese quedado cerca, a lo mejor hubiera podido hacer algo por él.
Narciso comenzó a desvanecerse, intenté aferrarme a él con desesperación, pero era inútil, su cuerpo se volvía volátil y desaparecía frente a mis ojos. No había nada que pudiera hacer. De él no quedó nada, excepto el pequeño prendedor de oro que siempre llevaba en su túnica. Lloré tanto que cuando mis lagrimas tocaron su prendedor este se convirtió en una pequeña y hermosa flor amarilla. “¡Narciso!” me esforcé mucho y logré decirlo, al hacerlo pequeñas flores iguales a la primera empezaron a surgir de la tierra y me rodearon. Tal vez él no me detestaba tanto como decía...

Regresé a mi cueva, solo deseaba desaparecer como él lo había hecho ¿Qué sería de la luna sin el sol? Solo un astro opaco sin ningún sentido. Quería morir pero sabía que aquello no era posible. Mi cuerpo comenzó a desvanecerse con el paso del tiempo, muy despacio, día tras día de mi no quedaba nada mas que mi voz.
Una pequeña flor amarilla creció junto a mi una noche, entonces lo supe, aunque mi cuerpo desapareciera yo no moriría jamás, mi amor por él no moriría, seria eterno. Siempre amaría a Narciso...


Por Ofelia Kaioh

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