No es fácil olvidar ciertas cosas. No es tan sencillo levantarse y dejar de sentir dolor.
Nunca fui el tipo de persona que busca resaltar, de hecho mi mayor deseo durante la primaria era poder volverme invisible. A todos nos toca tomar decisiones desde pequeños, y aunque no nos damos cuenta, esas decisiones van marcando con los años quienes somos, nos van moldeando y ubicándonos en un lugar o en otro.
Tomar algunas decisiones no es nada fácil, y cuando más joven eres, menos consiente eres de lo que eso puede significar. Inmadurez, credulidad, insensatez... quizás una mezcla de las tres.
Reconozco que en los últimos 5 años mi vida se volvió un caos total y yo no lo sabía.
¿Cómo fue que la alumna favorita de muchos profesores aún no tiene un titulo de algo? ¿cómo es que la chica que vivía rodeada de muchos amigos adonde quiera que fuera terminó quedándose sola los fines de semana? ¿Cómo ocurrió que la chica a la que todos buscaban aún está soltera? I don't know...
Elegí mal, me equivoqué y fue porque decidí sin tomarme enserio el futuro. Elegí pensando en lo que haría felices a las personas que me importan, y cuando me enamoré por primera vez, elegí pensando que lo único que podía hacerme feliz era esa persona.
Puedo echarle la culpa a las novelas románticas donde el sufrimiento parece ser un sinónimo de amor (más amas, más sufres), las tontas telenovelas que te hacen creer que hay que dar todo por amor, o quizás a las absurdas películas de adolescentes donde aún siendo "imposible" logran estar juntos a pesar de todo. Y no creo que deba ser así.
Alguien dijo una vez que nacemos solos y morimos solos, antes aquella frase me angustiaba. Tenía pánico a estar sola, pensaba que amar a alguien era lo más importante del mundo y puse eso antes que mis estudios, mis amigos, mi familia, y mi orgullo.
Terminé muy lastimada, tanto que me aislé y me alejé de todo y de todos.
Tuve que tocar fondo porque soy muy terca y fue la única forma en que pude darme cuenta que debía cambiar de dirección. Me pesaba muchísimo tanto dolor, tanta decepción y tantas desilusiones. Los recuerdos parecían piedras que tenía que cargar conmigo a todas partes. Me sentía como si hubiera envejecido años, y todavía ni llegaba a los 23.
Si dormía tenía pesadillas, de alguna forma mi inconsciente reproducía todo lo que me hacía mal y eso me ponía de peor humor.
No estaba viviendo, no era libre, tanto me dolía el alma que me empezaba a doler el cuerpo.
No se exactamente en que momento, pero después de tantas decepciones que no paraban me di cuenta de que estaba tirando mis mejores años a la basura por alguien que estaba viviendo su vida feliz con otra... ¿así o más estúpida?
Pasé por varias etapas, luego del dolor intenso y la ira autodestructiva que me terminó dejando en el médico un par de veces, vino el resentimiento como una especie de pausa silenciosa que me seguía hundiendo, pero en silencio.
Y aquí entra nuevamente el momento de la decisión ¿Quieres vivir infeliz para siempre?
Una noche me dormí llorando, miré mi teléfono sin ningún mensaje. Lo apagué y acepté completamente que se había terminado, que ya no había nada que nos uniera.
Me puse a reflexionar sobre todas las decisiones que había tomado. Luego de una larga introspección caí en cuenta de que muchas personas me habían herido, no sólo mi primer amor, también mis maestros de la primaria, mis compañeros de escuela y también desconocidos. Aún recordaba esas injusticias y ahí aparecía nuevamente el dolor. Alguna vez, si facebook me sugería a alguno, inmediatamente recordaba todo y la forma en que me había prometido superarlos algún día para demostrar que se equivocaban cuando me pegaban o insultaban.
Me di cuenta de que siempre había sido rencorosa.
Al entender aquello decidí que quería enfocarme más en mi misma, empecé nuevos cursos, cambié de carrera, volví a ver a viejos amigos, a releer los libros que me llenan el alma. A ver el atardecer y sentirme libre de verdad. A escuchar la música que me de la gana sin prejuicios, a abrirme más al mundo y dejar que me sorprenda, a no estresarme tanto por todo.
Me encontré sonriendo un día cualquiera, me sentí libre de verdad. Ya no guardaba rencor por todo lo ocurrido, había perdonado a las personas que me dañaron intencionalmente y a quienes no lo hicieron apropósito.
A partir de ese momento perdoné todo y solté el dolor. Me reinventé, reviví, florecí en pleno otoño, volví a sonreír porque ya no vivo para nadie, vivo para mi misma. Sé que amar es importante, pero lo primero es amarse a si mismo. Nadie muere por amor, no hay sólo un camino para tomar, la eternidad con alguien no existe, y por eso hay que disfrutar el presente, hay que intentar ser muy felices, y si luego no funciona al menos te quedas con los buenos momentos, sin rencores ni lamentos.
No creo que sea verdad que el dolor te ayuda a crecer, pienso que es aprender a perdonar lo que te convierte en adulto. Ser lo suficientemente maduro para aceptar como son las cosas y seguir adelante centrándote siempre en dar lo mejor, pensar en tu propia vida y no en los demás.
Perdonar sana el alma.
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