Cuando esperas mucho algo, cuando lo sueñas, cuando haces las cosas bien, cuando no lastimas a nadie... la vida siempre te recompensa.
En casa desde antes de nacer siempre tuvimos perros, todos rescatados de la calle. Tener mascotas siempre da trabajo, hay que estar muy pendiente de ellos y no dejarlos solos por mucho tiempo (ellos también extrañan) por la falta de tiempo la única razón por la que hay mascotas en casa es justamente porque son rescatados, todos aparecieron en muy malas condiciones. Se cruzaron en nuestros caminos, quizás el destino, casualidad o la vida misma ¿quién sabe? cuestión que terminan siendo parte de la familia.
Cuando tenía 4 años acompañé a mi mamá a hacer las compras y en el camino encontramos una gatita abandonada, no era muy cachorra, pero estaba en mal estado, así que mamá decidió que la adoptemos. Su nombre era Dolores y fue mi compañera de juegos durante todo el verano. Afortunadamente para ella (y para mi familia) el juego solo consistía en mover hojas o algún hilo para que la gata saltara sobre el. Me enseñaron que los animales no son juguetes, pero podemos divertirnos juntos.
A Dolores le siguieron muchos gatos más (todos callejeros), fui descubriendo que cada gato tiene su propia personalidad así como los perros su carácter. No creo cuando dicen que los perros son fieles y leales y los gatos son interesados. Pienso que la gran diferencia es que el perro va a darte todo su amor si le muestras un poco de cariño y aunque no le correspondas, pero el cariño y respeto del gato te lo tienes que ganar.
Desde pequeña siempre quise tener un gato negro, no recuerdo bien, pero creo que se lo debo a la serie "Sabrina, la bruja adolescente". A los 12 años, saliendo del médico encontré una gatita negra con la mitad de la cola cortada. Debía tener cerca de dos meses, y su colita todavía estaba lastimada. La llevé a casa y de ahí al veterinario con mis papás. Decidimos llamarla Olivia y vivió con nosotros al menos dos años, tuvo bebés y nacieron tres gatitos, de los cuales dos eran negros. Dimos en adopción a dos y nos quedamos con uno. Lamentablemente un año después, tanto Olivia como su bebé desaparecieron de un día para el otro (ambos ya estaban castrados y casi no salían de casa).
A los 16 paseaba en vacaciones con un amigo y en una zona completamente despoblada había una caja con 4 gatitos muy chiquitos y su madre. Es obvio lo que pasó... llamé llorando a mis papás para que fueran a buscarme. Los desparacitamos, los alimentamos y cuando ya estaban sanos los dimos en adopción, pero nos quedamos con dos: Sol y Luna.
Luna se enfermó a los 6 meses, le dio lo que para nosotros sería un "broncoespasmo", así que para poder dormir debía hacerlo en vertical, parada. La única forma que encontramos fue que lo hiciera a upa como los bebés, apoyando su cabeza en los hombros. Así se acostumbró a dormir siempre en la cabeza de mi papá, en mi cuello cual bufanda viviente, o apoyada en el hombro.
Estaba un poco triste a los 17, creo que todos nos sentimos así alguna vez durante la adolescencia. Lloraba mucho y Luna siempre corría a mi cama y me lamía las lágrimas. Se refregaba en mis piernas y ronroneaba como queriendo consolarme, y si seguía llorando, me mordía despacito.
Una noche cualquiera, sin previo aviso, Luna se enfermó. El veterinario dijo que fue envenenada... antes de que muriera quise acariciarla, pero ya no me reconocía. Todavía al escribir esto se me escapan las lágrimas, ella no era "un animal", ella era mi amiga.
Mi vecino de enfrente tenía un gato negro grandote y muy peludo,era bizco de un ojo y se acostumbró a venir a mi casa y robarse mi almuerzo todos los días (hasta sabía abrir la heladera). De nombre le pusimos Nestor xD Le tomamos cariño, ya era prácticamente nuestro y del vecino. Él iba y venia como le daba la gana y era feliz. De un día para el otro, desapareció y ni su dueño supo la razón.
Me pasé años llorando a cada gato que moría envenenado o que desaparecía. Realmente sufriendo porque me encariñaba mucho y hasta hoy no puedo entender porque existe gente tan mala en el mundo que no tiene valor por la vida...
El 26 de Octubre de 2012 cerca de las 16:15, el día más caluroso del mes (lo cual era raro porque normalmente hace frío) mi colectivo se rompió a aproximadamente 1 hora y media de mi casa. El próximo podría tardar 10 minutos o una hora, siempre funcionan mal, así que decidí que iba a volver caminando a casa abajo del sol a pesar de estar vestida formal con camisa y zapatos de taco (gracias a Dios que no eran taco aguja!). Decidí tontamente que sería el primer día de mi entrenamiento (estaba postulando para un trabajo que requería que estuviera en buen estado físico, y eso incluía correr por tiempo indefinido debajo del sol). Mi bolso no cerraba del todo porque estaba lleno de libros, cuadernos y mi abrigo.
Ya estaba a aproximadamente 40 minutos de casa cuando pensaba en rendirme, desviarme a la parada de colectivo más cercana y esperarlo. Iba por la vereda a la orilla de las vías del tren, no había nadie, y pasaban pocos autos. De la nada, un pequeño gatito negro del tamaño de mi mano saltó frente a mi. Me miró, me maulló y saltó a la calle. Lo corrí y lo llevé otra vez a la vereda, allí me percaté que había otro gatito negro jugando con una mariposa, y un tercer gato dentro de una enorme caja, acurrucado y asustado. Un perro cruzó la calle y se acercó a nosotros, los miraba con cara de hambre así que llamé enseguida a casa y la respuesta fue rotunda: "más gatos no". Por un lado estaba la vía del tren y por el otro la calle con autos y el perro... no tenía otra opción. Agarré a los tres gatos y los metí en mi bolso (que como estaba lleno quedaron los tres con la cabecita y las patas para afuera).
Uno de los gatos se durmió, otro miraba asustado, y el otro amenazaba con tirarse del bolso y no dejaba de llorar.
Llegué a casa casi muerta (literalmente), me bajó la presión, tenía los labios lastimados por lo secos, y lo peor es que en el pie derecho me salió una ampolla que ocupaba más de medio pie y se había roto. Apenas abrí la puerta de casa, me esperaban con un plato de leche para los gatos y la cámara de fotos en la mano. Sabían que a pesar del no, los iba a llevar igual.
Apoyé el bolso en la mesa y mamá les sacó la primer foto.
Después de darles de comer, los llevé a mi cama y nos dormimos los 4.
Estaba pasando por momentos difíciles, había perdido a mi abuelo hacía poco, mis primos no estaban bien, había abandonado la carrera de psicología y mi perra Candela (que estuvo conmigo desde los 8 años) había muerto el día anterior por problemas cardíacos. Sin nada más que hacer, me propuse cuidar a los trillizos con la esperanza de que mis papás dejaran que se queden en lugar de darlos en adopción. Tenían poco tiempo de haber abierto sus ojos porque todavía eran de color verde azulado. Les daba leche en el desayuno y la merienda, y les cocinaba arroz o polenta con carne picada o hígado para el almuerzo y la cena. Me tomaba el trabajo de cortar todo muy chiquitito para que no se atragantaran.
Eran tan chicos que no sabían lavarse bien y tenía que hacerlo yo con papel higiénico húmedo antes de que se durmieran.
Crecían rápido y ya empezaban a escalar arboles, paredes y las cortinas! pero claro, no sabían bajarse, así que cuando llegaban muy alto y lloraban porque no sabían como hacerlo, yo, con mis manos les indicaba dando golpes en el lugar donde debían saltar, y así hasta que llegaban al suelo.
Incluso de noche tenía que estar con ellos en el patio, por alguna razón parecen más felices a la luz de la luna, pero tengo una pileta enorme y todos se cayeron al menos dos veces. Sólo me faltó enseñarles a nadar jaja
(Creo que soy squib xD )
Los trillizos crecieron y fue inevitable notar que cada uno tiene su propia personalidad. Ahora es más fácil distinguirlos por sus tamaños, pero durante el primer año todos los confundían excepto yo, porque reconocía el tono de los maullidos y sabía quien era quien.Tengo miles de anécdotas para contar sobre ellos, que demuestran tanto su inteligencia como la forma en la que se adaptaron a las personas. Parece increíble, pero se dan a entender tan claramente que si alguien de afuera los ve, no lo creería.
Ellos me aceptaron como su familia a pesar de no ser un gato, de igual forma yo los considero mi familia. No todos lo entienden, algunos conocidos me dicen "la loca de los gatos", cosa que no me gusta... ni estoy loca ni me obsesionan los gatos. Simplemente formamos un vinculo afectivo.
De un día para otro, la vida me sorprendió con trillizos, mis días se llenaron de alegría. Dios, o quien sea que maneje el mundo, compensó todas mis lagrimas con tres gatos. Por la forma en que aparecieron, siento que fue como un mensaje, una señal de esperanza.
Si tienes un gato, date la oportunidad de conocerlo mejor, no lo veas como "la mascota" que es accesorio decorativo de la casa, respétalo y valoralo porque es un ser vivo como tú. Te apuesto lo que quieras a que no volverás a decir que los perros son los amigos más fieles del mundo.
1 comentarios
Los gatos son criaturas divinas... siempre quise tener uno pero en casa no me dejan tener mascotas. Creo que mi vida seria mas llevadera si tuviera un compañero peludo acompañándome. Muy lindo post.
ResponderBorrar〜 ☾ 〜
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